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Algunos tumores de mama están genéticamente más cerca del cáncer de ovario, que de otras variedades de cáncer de mama. Un amplio análisis publicado en el último número de la revista ‘Nature’ ha permitido identificar algunas de las características comunes de ambas enfermedades, lo que a la larga podría repercutir en las opciones de tratamiento.
Gracias a seis tecnologías diferentes, científicos del ‘Atlas Genoma del Cáncer’ han secuenciado muestras de 825 mujeres para definir con precisión casi matemática los cuatro subtipos en los que pueden agruparse todos los casos que se diagnostican (nada menos que 1,3 millones al año en el mundo).
A juzgar por las mutaciones halladas en las muestras (y gracias a la financiación de los Institutos Nacionales de Salud de EEUU, NIH), los autores agrupan los tumores de mama en cuatro categorías: los llamados luminales A y B (poco agresivos, con receptores de hormonas positivos), los HER2 positivos (que presentan esta proteína en su superficie) y los basales o triple negativos (porque carecen de receptores para estrógenos, progesterona y HER2 en su superficie).
Precisamente al desentrañar las mutaciones más frecuentes en cada una de las categorías, los especialistas (encabezados por Matthew Ellis, de la Universidad de Washington, EEUU) descubrieron que los tumores basales estaban genéticamente más cerca del cáncer de ovario que de los otros tres subtipos.
En la práctica, los tumores triple negativos (o basales) se caracterizan por un alto grado de agresividad y porque son más frecuentes en mujeres jóvenes o de origen africano; representan el 10% de todos los tumores de mama. En general, precisamente porque carecen de receptores hormonales en la superficie de sus células malignas, no responden al tratamiento hormonal y suelen atacarse con un regimen de quimioterapia basado en las antraciclinas que no siempre es eficaz. Que sean genéticamente similares al cáncer de ovario abre la puerta a la posibilidad de que puedan ser tratados de la misma manera. Aunque, de momento, eso es “sólo una posibilidad intrigante que habrá que explorar”, admite Ellis en una nota de prensa difundida por su universidad.
En sus análisis genéticos, los investigadores descubrieron que los tumores basales tienen mutado el gen TP53 en una frecuencia elevada; un gen que, curiosamente, también suele estar alterado en los casos de cáncer de ovario. Teniendo en cuenta que las posibilidades terapéuticas para este tipo de cáncer de mama son limitadas en la actualidad, los especialistas confían en que sus conclusiones abran la puerta a nuevas opciones en el futuro; como la quimioterapia basada en los platinos, los fármacos inhibidores de PARP (que ya se usan en la actualidad en mujeres con cáncer de ovario) o ciertos antiangiogénicos (que interrumpen el suministro de riesgo sanguíneo que necesita el tumor).
Si los tumores basales (junto con los HER2 positivos) eran los que presentaban mayor tasa de mutaciones, pero localizadas en un número muy reducido de genes, los tumores hormonales (luminales A y B), por el contrario, mostraron una tasa de mutaciones más reducida, pero repartidas en más localizaciones. esto puede significar, a su juicio, que en los dos primeros casos, bastan algunos cambios en unos pocos ‘genes clave’ para desencadenar el proceso maligno.
A pesar de toda la información aportada por sus hallazgos, admiten que el trabajo no ha hecho más que comenzar, y que es momento de trasladar estos hallazgos a la clínica, “traduciendo la información genómica en nuevas estrategias de tratamiento”.
Fuente: El Mundo y www.acaive.com